
LA FAMILIA EN TIEMPOS DE PANDEMIA
Por Victor O. López P.
Uno de los más grandes retos de la vida es seguir haciendo lo mismo de una forma diferente, en ello debemos concentrar gran parte de nuestra energía y atención, con el afán de no caer en rutina y monotonía. Vivir disfrutando lo que hacemos, valorar lo que tenemos, amar siempre y sin medida, abrazar a nuestros seres queridos, tomar un café con un amigo, etc., son cosas que ayudan a que las rutinas de la vida tengan un sabor nuevo cada día.
Y un buen momento para saber hasta donde hemos sido capaces de enfrentar este desafío, si hemos podido dar un sentido auténtico a nuestra vida nos lo ha dado la crisis sanitaria que atravesamos hoy en día. El Covid-19 nos ha obligado a hacer un alto en nuestro acelerado ritmo de vida, nos ha dado la ocasión para darnos cuenta dónde estamos en cuanto a nuestro crecimiento personal, la comunicación y las relaciones familiares.
Muchas personas tuvimos que salir de la rutina de levantarnos e irnos a la oficina, a la fábrica, a la escuela; durante un buen tiempo, pudimos despertarnos y permanecer un rato más en cama, desayunar juntos, ver algún programa o dedicarle tiempo a esos detalles de casa que habíamos postergado. La pandemia nos dio la oportunidad de compartir más tiempo con nuestra familia, incluso, nos permitió darnos cuenta de detalles que por la dinámica de vida tan acelerada, ni siquiera habíamos hecho consciente teniéndolos tan a la mano.
Tristemente no todos los escenarios fueron tan positivos, no son pocos los casos de familias en que este tiempo de recogimiento preventivo se tradujo, al paso de los días, en estrés, angustia por cuestiones económicas, depresión, derivando en conflictos de todo tipo. Y en muchos hogares, desafortunadamente, también se ha experimentado la muerte de algún ser querido, de familiares, amigos, compañeros de trabajo, personas cercanas que, de algún modo, nos generan angustia ante la posibilidad del contagio.
Para todos, de una u otra forma, esta pandemia nos ha exigido un escaneo completo de nuestra vida y nuestras relaciones. ¿Dónde estamos? ¿Qué es lo que queremos? ¿Cuánto hemos logrado? ¿A quienes valoramos?
Quiero compartir un poco de la experiencia que hemos tenido en mi familia durante la pandemia y que nos ha hecho plantearnos estas y muchas otras preguntas sobre cuáles son los ajustes que son necesarios para mejorar nuestra convivencia y comunicación.
Los primeros días estando en casa (allá por marzo del presente año) fueron agradables, hasta cierto punto se sentía un clima de vacaciones. Podíamos dormir un poco más, sentarnos a la mesa tranquilamente, charlar en familia y planear algunas actividades para fomentar la convivencia. Pero a medida que los días avanzaron y nos reintegramos a las actividades laborales y escolares, desde casa, comenzaron las tensiones, las cuales de una u otra forma pudimos resolver. Luego de un par de meses, comenzamos a analizar la posibilidad de salir algunos días de vacaciones para relajar el ambiente familiar. Fueron varias las ocasiones en que discutimos la conveniencia de salir dadas las circunstancias en las que vivíamos. Finalmente decidimos viajar, pero apenas habían empezado nuestras vacaciones, se dejaron sentir los síntomas de Covid, los cuales generaron gran tensión pues imaginamos lo peor.
Primero mi esposa comenzó con la fiebre y malestar estomacal, luego yo con los mismos síntomas; se encendieron las luces de alarma cuando ambos perdimos completamente la sensibilidad al gusto y olfato. Son tantos los sentimientos y emociones que se agolpan, que es difícil explicarlo. Muchas cosas comienzan a dar vueltas en la cabeza: ¿En qué momento comenzarán las dificultades para respirar? ¿A dónde puedo acudir? (estábamos lejos de nuestro lugar de origen) ¿Qué se debe hacer en esta circunstancia?
Algo en particular me preocupaba, mi niña de 10 años tiene problemas de asma y hacía poco que había tenido una crisis, así que el pensar que ella comenzara con síntomas, teniendo este problema en los pulmones, me hacía sentir un hueco en el estómago.
Comenzamos a buscar asesoría con familiares y amigos, respecto a cuáles medidas podríamos tomar, qué nos era más conveniente en ese momento: quedarse o regresar a casa, fueron días de angustia y mucha reflexión. Sentimientos de culpa: ¿había sido muy imprudente la decisión de viajar? ¿No tuvimos todos los cuidados? Debo reconocer que esta circunstancia nos dio también un espacio de diálogo como familia y como pareja; ante la incertidumbre, optamos por guardar la calma y permanecer en el lugar, tomando los medicamentos que un amigo médico nos sugirió.
Gracias a Dios, a semanas de distancia de esta experiencia, puedo compartir con ustedes uno de los aprendizajes más importantes que como familia hemos sacado de este episodio: aprovechar siempre la oportunidad de decir a tu familia que la amas, disfrutar cada momento con ellos, renunciar a resentimientos o conflictos del pasado -en nada nos benefician- sólo tenemos la oportunidad que nos da este presente para hacer que la vida valga la pena. Disfrutar el trabajo, abrazar a los amigos, valorar cada día, lo poco o mucho que hayas conseguido. Ser agradecido, siempre bendecir a las personas que cruzan por tu vida.
La vida nos da la oportunidad de hacer lo mismo, pero siempre diferente, depende de la actitud que decidas ponerle. Hoy en mi familia, esta crisis nos ha hecho cuestionarnos, y ajustar muchas cosas que nos damos cuenta que debemos mejorar; nosotros hemos decidido ¡¡¡Disfrutar, vivir y amar!!!
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