
La pérdida de un ser querido en tiempos del Covid 19
Por: Alba Iris Valdez, M. Ed.
La pérdida de un ser querido nunca es fácil. En estos últimos meses, algunos hemos perdido a un ser querido por alguna enfermedad, pero sobre todo a causa del COVID-19 o por alguna complicación generada por el COVID-19. Mientras escribo este artículo, se cumplen casi tres semanas del fallecimiento de mi Mamá. Aunque estoy consciente de que Dios nos llamará a cada uno de regreso a CASA, la partida de mi Madre en medio de esta pandemia, nos tomó por sorpresa. Ella era una mujer fuerte. Enfrentó muchos obstáculos tras sufrir un derrame cerebral hace 13 años. Siempre dimos gracias a Dios porque a pesar de las limitaciones, ella seguía luchando y estaba presente. Mi Mamá siempre tuvo los cuidados médicos necesarios, especialmente durante estos meses de pandemia, dentro de lo que cabe, estaba estable, su estado de ánimo, era alegre y tenía la esperanza de que la situación con este virus terminara pronto para poder vernos y estar juntos como antes. Por esto, el fallecimiento de mi Mamá fue para mí repentino y no anticipado.
Les confieso que desde que recibí la noticia, los días no han sido fáciles. No encuentro las palabras para describir el dolor que todo esto ha traído a mi corazón. Hay días que son mejores que otros. Con el paso del tiempo, tenía conciencia de que llegaría el día en que esta pérdida irreparable para nuestra familia iba a suceder. Lo que no sabía era que no hay nada, ni nadie que nos pueda preparar para enfrentar el dolor tan inmenso que trae la partida de un ser querido, especialmente el de una Madre. Pensé que cuando sucediera, sería fuerte y sabría manejarlo. Pero no fue así. Me di a la tarea de buscar cosas que me pudieran ayudar a entender el proceso y tal vez aplicar cosas que pudieran ayudarme a estar mejor mental y emocionalmente.
A continuación, les comparto algunos puntos que encontré que explican el proceso del duelo con la finalidad, de que como a mí, les ayuden a procesar las emociones que durante estos momentos difíciles experimentamos. Este modelo, se describe en el libro “On death and dying” de Elisabeth Kübler-Ross. La psiquiatra explica que estas etapas por las que pasamos, no pasan en el orden que se presentan y a veces no las vivimos todas ya que cada persona experimenta el duelo de una manera distinta.
Negación
Al recibir la noticia de la pérdida de un ser querido, puede ser que neguemos que esta sea verdad para atenuar el golpe. La negación puede ser explícita o no. Esto quiere decir que, aunque verbalmente aceptemos que la persona ya no está, puede que con nuestras acciones demostremos lo contrario.
Ira o Enojo
Puede ser que muchas personas sientan cierta frustración de no haber podido evitar o arreglar la situación de que un ser querido ha fallecido, y esto les causa coraje o enojo. En esta etapa, muchas veces, se buscan las razones o los culpables de la muerte del ser querido.
Negociación
En esta etapa buscamos ver la muerte como algo que podemos impedir o de la cual tenemos control. Esta etapa cuando sucede dura muy poco, ya que es irreal.
Depresión
Esta etapa, aunque trae consigo síntomas similares, no es en sí el tipo de depresión que se considera trastorno mental. En esta etapa, no fantaseamos con realidades paralelas y volvemos a la realidad de que el ser querido ya no está. Al darnos cuenta de que es una realidad permanente, de que la muerte es irreversible, aparece una tristeza fuerte que nos lleva a perder el sentido de nuestra vida. Por lo que, es normal que nos aislemos y nos veamos más cansados. No creemos poder salir de este estado de tristeza profundo.
Aceptación
Durante esta etapa vamos aceptando la muerte del ser querido. Se aprende a seguir viviendo en una nueva realidad donde esa persona ya no está. También, aceptas que este sentimiento de superar la pérdida, está bien y que es normal. No es una etapa feliz; sino que, al principio, vemos la ausencia de sentimientos intensos y de cansancio. Poco a poco regresa la capacidad de sentir alegría.
Yo, aún estoy en este proceso y estoy tratando de manejarlo lo mejor que puedo, no es fácil, pero sé que lo voy a lograr. Al principio, esperaba que me llamaran para decirme, “Tu mamá está bien”. Había escuchado la noticia, pero negaba que fuera cierto. Pensé cosas como, “No es cierto”, “No puede ser”, “Tuvo que ser un error”. Conforme pasaban los días, pensé “¿Quién fue el responsable?” “¿Por qué hicieron….o no hicieron…?”.
El proceso del duelo lo vive de manera diferente cada persona. Para algunos es más largo que para otros. Las etapas, puede ser que sucedan o tal vez no todas y tampoco en el orden presentado. Ante el dolor y la muerte, debemos mantener la esperanza. Al escribir esto, me invade la tristeza de saber que mi Mamá ya no está con nosotros. Aceptar que viviremos un mundo distinto a partir de la pérdida es muy difícil, pero es posible con el tiempo, reconciliarse con esta realidad, para así poder sanar el dolor que el corazón siente.
El Catecismo de la Iglesia Católica #655 nos habla de que Cristo, es el principio y fuente de nuestra resurrección futura: “Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron […] del mismo modo que en Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo” (1Co 15, 20-22).
Aunque ya no esté, siempre la llevaré conmigo. Algunas cosas que me han ayudado en el día a día han sido el poder platicar sobre su fallecimiento con personas cercanas que están viviendo esta pérdida conmigo, recordar anécdotas, aceptar que lo que estoy sintiendo es normal y más que nada, la oración. Sé que mi alivio está en mi fe. Me consuelo sabiendo que la muerte no es el fin de la vida, sino el comienzo. Para todos aquellos que creemos, tenemos la certeza de que “…si hemos muerto junto a Cristo, debemos creer que también viviremos con él.” (Rom 6, 8). Aún en medio del profundo dolor que siento por su partida, me consuelo saber que mi Mamá ahora disfruta de estar en los brazos amorosos de Dios. Que está en un lugar donde hay amor, paz, felicidad y donde ya no hay dolor, sufrimiento, ni tristezas. En un lugar al cual espero poder reunirme con ella cuando a mí me toque partir. Descanso sabiendo que no es un “Adiós” sino un “Hasta Luego”.
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