
Procesando nuestras pérdidas
Por Ing. Jesús R. Velázquez G.
En El evangelio de San Lucas 15, 1-32 encontramos tres dimensiones de la pérdida en las tres famosas historias (parabolas de la misericordia) que parecen no tener una con la otra.
La primera historia se refiere al pastor, la respuesta natural que da el pastor al salir al rescate de la oveja perdida aún teniendo a las 99 ovejas en su rebaño, algo que numéricamente parece ser una respuesta desproporcionada, porque así son las respuestas de amor. Además, menciona que cuando el pastor encuentra a la oveja se la carga sobre los hombros “muy contento”. Al llegar a la casa con la oveja perdida “reúne a los amigos y vecinos para decirles felicítenme porque he encontrado a la oveja que se había perdido”.
La segunda parábola que nos presenta este evangelio es la de la mujer que tiene diez monedas y se le pierde una. La respuesta natural de la mujer es encender la lámpara, barrer la casa -con cuidado- hasta encontrarla. Humanamente sentimos las pérdidas, el fallecimiento de un ser querido, de un buen amigo ante la batalla del COVID o de alguna otra enfermedad en lo más profundo de nuestros corazones.
La última parábola y quizás la que más relevancia ha adquirido a traves del tiempo, es la del Hijo pródigo que regresa a la casa del padre después de haber despilfarrado la fortuna en vicios y placeres.
Mi Padre falleció recientemente, no por causas de COVID, puedo gritar a 4 vientos su mal proceder en el transcurso de la vida, sin embargo el saber que ha vuelto a la casa del Padre, donde son recibidos con amor, me llena de esperanza que esta en un mejor lugar, que ha sido llamado a regresar a la casa del Padre.
Tres representa en la Biblia totalidad, como son las dimensiones en las que nos regimos en este mundo: pasado, presente y futuro para saber que después de esta vida viene la eterna. Parece como si -de nuevo- quiere restaurar las tres negaciones de Pedro, negaciones que todos hacemos a diario no una, sino infinidad de veces para ser restauradas de forma infinita por el perdón de Dios.
En las tres parábolas existe “una” cosa que se pierde y extravía del cuidado de alguien. Una oveja, una moneda y un hijo que se retiran, se pierden, se van, dejan de estar relacionados con ese alguien. Siendo esto de gran relevancia porque la pertenencia es una necesidad afectiva vital. Necesitamos sentir que pertenecemos porque es la manera afectiva de estar vinculados. Por eso decimos “mi familia, mis amigos, mi sacerdote, mi ministerio, mi esposo (a), mis hijos, mi casa, mi carro, mi trabajo”. Sin este sentido de pertenencia, nos sentimos solos, confundidos, extraviados, como alma en pena.
Si ante la pandemia del COVID u otra circunstancia, lloramos por el fallecimiento corporal de nuestro ser querido, te pregunto, ¿lloramos por que han fallecido, o por que ya no lo volveremos a ver?, siendo honestos, cuando no entendemos la vida eterna, que hay una vida más allá de este mundo, sufrimos por su ausencia, por que ya no sentiremos su abrazo, o la oportunidad de dialogar con ellos o ellas.
En las tres parábolas de igual forma, existe una respuesta natural de búsqueda para encontrar lo perdido, me centraré en el caso del Padre del hijo pródigo no está representando a un padre pasivo que se sentó a esperar, sino al mismo Padre Dios que espera en su casa la venida del hijo no porque no lo haya querido salir a buscar, sino porque respeta la libertad humana con la que Dios nos creó. Recordando una de las reflexiones de San Agustín “Aquel que te creó sin ti, no te salvara si ti” Dios requiere de tu permiso para salvarte, sin que eso signifique que no tiene un profundo deseo de hacerlo. Tenemos pues a un padre que espera paciente a que la libertad del hijo lo haga que regrese para acogerlo con amor después de haber pecado. Exactamente lo que nos sucede a unos y a otros cuando caemos y necesitamos buscar de nuevo a Dios para restaurar la ofensa con su perdón y con ello, experimentar el amor incondicional más profundo de todos.
La misericordia de Dios es eterna, su Gracia es sin límites, en el caso de mi Papá, a pesar de una vida llena de vicisitudes, contrariedades, aciertos y desaciertos, hoy tiene la oportunidad de ver cara a cara Dios, lo invisible ha pasado a ser visible, por la gracia de la visión beatífica.
Nuestro deber es orar por las almas de nuestros seres queridos, familiares, amigos y de la comunidad, guardar la esperanza de que sean acogidos en el reino de los cielos, una fe de que nuestro Dios Padre, como en la parábola del hijo pródigo, sale corriendo para recibirnos, vestirnos de la dignidad, poniéndonos el anillo, reconociéndonos una vez más como lo que somos, sus hijos.
En 2 Corintios 4, 18 nos hace la siguiente recomendación “al no poner nuestra vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”, hay personas que han abierto su corazón y han sentido la presencia de Dios a través de la oración y la alabanza, pero muchos no han tenido esta experiencia, si este es tu caso, es normal, todo llega al tiempo de Dios, ten la certeza de que si algún ser querido ha fallecido, hoy tiene la oportunidad de ver cara a cara a Dios, guardemos la esperanza que den el sí definitivo al amor de Dios, por más mal que se hayan portado en esta vida, Santa Teresa de Jesús, en medio de una oración le decía a Jesús, “que pocos amigos tienes mi Señor”, y se lo decía bajo una reflexión personal, argumentando ella, “Quien te ama lo sacrificas contigo, y quienes te crucifican, los amas”, recordemos que Jesus en la Cruz clamó al Padre, Perdonalos por que no saben lo que hacen. Cada vez que te acuerdes de tu ser querido, eleva una oración por la salvación de su alma, en 2 Mac 12,39-46 hace referencia a las oraciones de intercesión por el perdón de algún pecado que hayan realizado para que Dios tenga misericordia.
Reconciliemos nuestra forma de ver en el mundo, aceptemos que el día que la muerte corporal es un hecho inevitable, encontremos el consuelo de que nuestros seres amados ya gozan de un descanso, mientras tanto a nosotros nos toca seguir dando lo mejor de cada uno en esta vida, para alcanzar las divinas gracias y promesas de nuestro Señor Jesus.
Si necesitas ayuda en tu proceso de duelo por la pérdida de un ser amado, busca la ayuda, no te quedes estancado, hay muchos Ministerios en la Iglesia, Psicólogos Católicos, Sacerdotes, guías Espirituales, que han descubierto la presencia de Dios Vivo, te ayudaran a conciliar estos hechos. Si es tu caso de la pérdida de un ser amado, te envio mis condolencias, y continuamos unidos en oración y esperanza.
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