
Y la incertidumbre continúa…
Por: Edy Enrique Cruz Moreno, Psicólogo.
¿La vacuna nos ayudará a parar los contagios y las muertes o no? ¿Volveremos al encierro riguroso o no? ¿La enfermedad me dará? ¿Podré festejar navidad en familia? ¿El nuevo gobierno será mejor o peor? ¿La economía me alcanzará? Cuantas dudas y cuantas incertidumbres. Nuestra humanidad esta deseosa de una isla segura, pero nuestra época actual nos da lo contrario. Sufrimos la espera, sufrimos lo que no llega, sufrimos lo que hay, sufrimos por lo que se fue, y sufrimos. Quisiéramos detener con nuestras manos todo lo que sale de nuestro control, y apretamos con tensión nuestro ser. Moriríamos por no morirnos. Suspiramos por aquello que según nosotros al llegar nos hará felices y regresará la paz.
Entonces el Espíritu asoma su presencia en la ventana de nuestro interior, callado pero sabio, tenue pero fuerte, incorpóreo pero real y sobre todo siempre presente pero inatrapable. Sonríe como quien ve la ingenuidad de un niño, que quiere alcanzar lo inalcanzable: el control de la vida. ¿Cuándo nos perteneció? ¿En qué momento tuvimos el control? ¿Cuándo dejamos de ser música para volvernos los músicos? Tal vez como la melodía era lenta nos creímos intérpretes, y ahora que la melodía fluye con más rapidez descubrimos la verdad. Siempre fuimos el arte y no el artista, pero la comodidad de las cosas nos hacía sentir seguros de ser creadores y no creaturas. El sufrimiento por la incertidumbre nos devuelve la verdad que siempre fuimos: barro en manos del alfarero.
¿Aprovecharemos esa luz que entra por la ventana de la incertidumbre? ¿Dejaremos que ese Espíritu entre a llenar de sabiduría, fortaleza, verdad y de presencia amorosa nuestro interior? Si decidimos que sí, brotará un poco más nuestra verdadera esencia: Hijos siempre amados y sostenidos en las manos amorosas del Padre. Si decidimos que no, seguiremos sufriendo por sufrir. El no detiene la melodía, pero no el sufrimiento. El sí, no impide el sufrimiento, pero deja fluir la tocada que el compositor compone, y como toda buena música hay diferentes sonidos: sufrimiento, gozo, tristeza, alegría y muchas más o repetidas; pero al final hay una canción con hermosa armonía y con una voz entonada, donde el intérprete de la vida ha dejado rastro de su genialidad. Y nosotros los que decimos si a ese Espíritu creador, dueño y artista nos convertimos en esa genialidad dentro de la dificultad; ganamos libertad y fluimos; logramos en la incertidumbre la seguridad de pertenecer a lo único seguro: Dios.
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